En la época de Antígona, tal como describe el libro, las mujeres no podían luchar contra un hombre, y mucho menos desobedecerle, como lo hace Antígona; a las mujeres se las trataba como seres inferiores. A diferencia de ahora, las mujeres en esa época no podían participar de la vida política de la ciudad, solo podían hacerlo los hombres. Un ejemplo de cómo cambio la visión de las mujeres en la sociedad es el teatro: ellas no podían participar de las representaciones, ni concurrir como espectadoras; como no había mujeres, los hombres las interpretaban usando máscaras. Ahora, en nuestra época actual, esto nos parece algo ridículo, ya que ahora las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos. Por ejemplo, a alguien de nuestra sociedad nunca se le ocurriría prohibir la entrada a una mujer a un teatro por el simple hecho de ser mujer, pero en la época de Antígona lo que parecía inimaginable era que una mujer y un hombre tengan los mismos derechos.
En mi opinión, en la época antigua en la que transcurre la historia de Antígona, la sociedad era machista; eran los hombres quienes ocupaban los cargos de mando, comerciaban, viajaban para conquistar territorios y desempeñaban el poder político y religioso. Las mujeres quedaban rebajadas a un plano secundario, ocupadas de cuidar los hijos y dedicarse a las tareas domésticas, dentro de las cuales se incluían los ritos funerarios que practicaba Antígona cuando fue sorprendida por los guardias en la tragedia de Sófocles. En este contexto, la desobediencia de Antígona a Creonte, quien era el rey y por lo tanto ocupaba el mayor estrato de poder, era más grave aún pues Creonte era su tío, familiar directo masculino que reemplazaba la figura de Edipo, su padre. Según las reglas de la época, el desacato a esta autoridad era gravísimo.
Hoy en día las mujeres han logrado, gracias a la lucha y la constancia de varias generaciones, que sean reconocidos muchos derechos igualitarios por género, y beneficios y privilegios inherentes a la función materna femenina; esta postura es reciente, las mujeres han pasado miles de años sometidas al poder y mandato de los varones, solo por ser consideradas inferiores por diversas circunstancias, desde lo relacionado a la fuerza física hasta menospreciando su capacidad intelectual, no permitiéndoles aprender a leer ni escribir, participar en actividades culturales como el teatro o la música o utilizarlas solamente como un bello adorno sin voz ni voto para opinar o decidir sobre cuestiones importantes de la vida.
Fueron necesarias muchas figuras valientes, emblemáticas y luchadoras, que sembraron la semilla de la duda hacia este orden establecido y muchas veces murieron defendiendo sus ideales de igualdad. Tal es el caso de Juana de Arco, que luchó valientemente como un soldado más y fue ajusticiada en la hoguera por hereje; o de Cecilia Grierson, quien fue la primera mujer en recibirse de médica en nuestro país, debiendo enfrentar los prejuicios de una sociedad que no aceptaba que las mujeres eran capaces de estudiar; hoy en día la mayoría de los egresados de la facultad de medicina de la UBA son mujeres. Cada vez más puestos de poder en empresas internacionales son ganados por las mujeres, y así sucede en muchos ámbitos, basta decir que tenemos una presidente mujer y cada vez son más los países que cuentan a legisladoras, juezas, ministras, etc.
Este camino de igualdad, sin embargo, ha traído también aparejado que las mujeres vivan muchas veces bajo grandes niveles de exigencia, en una búsqueda permanente del equilibrio entre sus roles de madres, esposas, miembros de una comunidad y trabajadoras capacitadas, en una sociedad que si bien ha conferido muchos derechos y cambios en nuestras vidas, mantiene algo del antiguo machismo del que no se puede despegar. Esto se ve reflejado en los casos de violencia de género que han cobrado trascendencia pública en los últimos tiempos, por ejemplo.
Para mi se debería seguir trabajando en los derechos a la igualdad de género, y buscar una sociedad más justa e igualitaria con todos sus integrantes. Parte del cambio requerido debe surgir de los actores principales de las desigualdades históricas hacia las mujeres, es decir, de los hombres que aún las siguen viendo como meros objetos pasibles de explotación y carentes de raciocinio; y también de las mujeres que muchas veces explotan ese lugar superfluo y hueco en que las colocan para obtener beneficios personales y seguridad. Como sociedad deberíamos todos comprometernos a seguir trabajando, para que todos seamos más justos. Para que todos vivamos más felices y plenamente. Para dar un ejemplo hacia el futuro y que este sea un país mejor.
