En Estados Unidos, a fines del siglo XIX se planteó una discusión técnica, con un marcado trasfondo económico, se conoció popularmente como la “guerra de las corrientes”. El debate enfrentó a dos de los inventores más geniales de la historia de la humanidad, Thomas Alva Edison y Nikola Tesla.
El conocimiento sobre la electricidad había avanzado de manera notable, se sabía de la existencia del electrón y acerca de la naturaleza del magnetismo, la invención del dínamo había abierto el camino para el manejo de esta novedosa energía. No obstante, persistían algunas dudas respecto de cómo aprovechar al máximo ese saber.
Una de las mayores restricciones se refería a la transmisión eléctrica, limitada a la corriente continua. En este sistema, los electrones fluyen de forma constante en una dirección uniforme dentro de los límites de una polaridad, pero tiene un inconveniente, no es útil para transportar electricidad a grandes distancias, ocasionando notables pérdidas de energía. Este era el sistema fomentado por Thomas Edison, quien quería electrificar la ciudad de Nueva York instalando postes con cables metálicos que llevasen energía a cada hogar, y para paliar las pérdidas, preveía poner un generador en cada vecindario.
Mientras tanto, Nikola Tesla, diseñó un original sistema de transmisión, la corriente alterna. En ella, el voltaje y la corriente fluyen alternativamente entre dos polos, positivo y negativo, a una frecuencia de sesenta veces por segundo. Completaban el dispositivo un generador específico de corriente alterna y un transformador. Mediante este último, el voltaje de una señal alterna se podía aumentar y transmitir a grandes distancias a través de cables de cobre. Otro transformador colocado en los postes del tendido eléctrico se encargaba de reducir a 220 voltios la tensión para los hogares. Ya no sería necesario construir centrales eléctricas en cada barriada.
Cada uno de los autores patentó su invento y negoció su aplicación con sendos empresarios. Edison, quien para ese entonces gozaba de gran reputación, intentó demostrar que la corriente alterna generaba un gran peligro y que el alto voltaje resultaba arriesgado para su uso urbano, así trató de convencer a las autoridades de la amenaza que este sistema acarreaba.
Finalmente, en la Feria Mundial de Chicago de 1892, la compañía que había pactado con Tesla gana la licitación para iluminar el evento, presentando un presupuesto notablemente inferior, ajustado gracias al ahorro que suponía la menor cantidad de cables de cobre requeridos por la corriente alterna. El día de la inauguración, 100.000 lámparas incandescentes iluminaron el recinto ferial y los 27 millones de visitantes de la exposición salieron con una idea clara: la corriente alterna era la energía del futuro.